Pedro cogió suavemente a Helena por los hombros y sopló con dulzura un halo de calor por su espalda. Helena se estrmeció. Sintió que un escalofrió recorría todo su cuerpo y se giró bruscamente, agarrando a Pedro por el cuello. Le besó con pasión. Pedro hundió sus labios en los de Helena mientras se abrazaban fuertemente y se acariciaban frenéticamente, como si nunca hubieran hecho el amor. Pedro empezó a desnudarla, sin respetar su ropa. Helena se rtetorcía como una serpiente huidiza e inquieta. Pedro la agarró con una mano por la espalda, poniendo la otra sobre su pecho mientras Helena se rendía al placer. Cayeron al suelo y rieron. Se miraron con ternura y empezaron a besarse de nuevo. Helena se sentó encima de Pedro y él la agarró por sus nalgas. Pedro podía notar la excitación de Helena y como él se excitaba aún más. Se desnudaron con prisas y se fundieron en un cálido y húmedo abrazo. Se besaban sin cesar. Pedro soltó los labios de Helena y la beso en la cara, en la nariz, en los ojos, en el pelo, en su delicado cuello, y empezó a bajar hasta sus pechos, recorriéndolos con sus labios. Los pezones de Helena mostraron su firmeza y Pedro los mordisqueó con cuidado. Helena se retorcía de placer y Pedro siguió bajando hasta su vientre, que besó con especial ternura. Lo recorrió con su lengua y sus labios hasta que Helena no pudo más y gritó. Se icorporó, se abalanzó sobre Pedro y empezó a besarle frenéticamente. Sus cuerpos húmedos se confundieron una vez más. Se cogieron de las manos y Pedro penetró en Helena con suavidad. Con ritmo pausado y envolvente se amaron durante largo rato. Las pasiones se encendían y apagaban intermitentemente, en mareas de placer, a veces contenido, a veces agotador. Descansaron un momento entre risas y suaves caricias. Helena puso su mano en el miembro de Pedro y le miró fijamente a los ojos. Sin dejar de acariciarle le beso en la boca y su sexo se humedeció. Pedro le acariciaba la espalda mientras ella empezó a besarle en el pecho, después en el vientre y luego juntó su boca con la mano que mecía el pene de Pedro y lo besó, largamente, moviéndose rítmicamente mientras jugaba entre las piernas de Pedro con sus delicados dedos. Pedro ocultó su placer debajo de la almohada. La hizo parar y le pidió de nuevo su boca. Alargó el brazo por debajo del sexo de Helena hasta casi la espalda y lo deslizó varias veces mientras se besaban apasionadamente. Helena se puso encima de Pedro, le cogió por la nuca y él se deslizó en la cama hasta que su boca estuvo a la altura del sexo de Helena. Lo besó y lo lamió incansablemente hasta que Helena cayó de espaldas, rendida entre gemidos de placer. Pedro se puso encima de ella, suavemente, fundiendo sus cuerpos en un baño de calor y sudor ardiente. Después se puso a su lado y se besaron. Se durmieron entre caricias y palabras de amor.