En alguns diaris d'avui, a la pàgina on s'informava de la mort dels temibles fills de Saddam Hussein a mans dels soldats americans, hom hi podia veure els típics requadrets que acostumen a posar per a que la plana no es vegi tant atapeïda (amb alguna anècdota lleugera, estadística o dada curiosa). Però avui els redactors que fan aquesta feina s'han quedat a gust tot glossant el perfil de los cachorros del “rais” a base d'adjectius contundents i unilateralitat a dojo per destacar la truculència d'aquests senyors tant dolents... A tots els diaris si fa o no fa repetien les mateixes dades, amanides amb la retòrica pròpia d'aquests casos. Així ho feia La Vanguardia:

Qusay y Uday Hussein en una imagen de sus "buenos tiempos", antes de la guerra, cuando eran los "hombres fuertes" de Iraq

UDAY HUSSEIN: Un personaje perverso y disoluto

Con la muerte de Uday Hussein (39 años), Iraq se ha librado de una de sus mayores pesadillas. Baste decir que incluso irritaba a Saddam Hussein. No le perdonó nunca haber matado a uno de sus mejores guardaespaldas a tiro limpio en una fiesta. Su carácter cruel y disoluto (alcohol, drogas, mujeres...) le hizo perder la confianza de su padre en favor del hijo pequeño, Qusay. Pese a ello, sin embargo, Uday ejercía como el tercer hombre fuerte del régimen iraquí. Era el tercer naipe de la baraja. Tenía a su cargo fundamentalmente la propaganda. Era propietario de un diario (“Babel”), de varios semanarios y de la segunda televisión del país. También mandaba una milicia, los Fedayines de Saddam, que creaba el terror en su país. Fue también presidente del Colegio de Periodistas, del Comité Olímpico y de la Federación de Fútbol. Se cuenta que torturaba brutalmente a sus enemigos, a las mujeres que no se querían acostar con él –muchas de ellas secuestradas a la fuerza y violadas– y a los deportistas que no ganaban. Logró hacerse una fortuna con el contrabando de tabaco y alcohol.

QUSAY HUSSEIN: Su alias era "la serpiente"

La crueldad con la que Qusay Hussein dirigió la represión contra la población chiita tras la primera guerra del Golfo fue suficiente para que su padre y la cúpula del partido Baas le consideraran digno sucesor del ex dictador iraquí. Considerado como el número dos en el seno del Gobierno, y con el extraño honor de ser el as de tréboles en la baraja de las tropas norteamericanas, con apenas 37 años Qusay tuvo en sus manos el control de la Guardia Republicana –la elite del Ejército, formada por cerca de 80.000 soldados–, los servicios secretos y la seguridad personal de su propio padre. Invariablemente vestido con traje y corbata y siempre sentado al lado de Saddam Hussein en las reuniones de Gobierno televisadas, Qusay supo ganarse el temor de un pueblo que le conocía con el pseudónimo de “la serpiente”, según dicen por su sed de sangre y sus movimientos casi inapreciables. Al contrario que su hermano, Qusay no era demasiado pródigo en apariciones públicas, aunque sí asiduo y fiel seguidor de las torturas, amputaciones o ejecuciones arbitrarias que él mismo ordenaba.

[Veure La moguda de l'estàtua]